Eduardo Galeano: El Subdesarrollo es el Resultado Histórico del Desarrollo Ajeno

«Un niño se parece a un enano, pero no es un enano. Un enano se parece a un niño pero no es un niño.

El subdesarrollo no es una etapa en el camino del desarrollo, no estamos viviendo la infancia del desarrollo. El subdesarrollo es el resultado histórico del desarrollo ajeno. Una historia que ya para América, tiene cinco siglos de edad, durante los cuales, América Latina en general ha estado trabajando para el desarrollo ajeno. Ha estado contribuyendo con su pobreza a la riqueza de otros. No hay en el mundo, ninguna riqueza que sea inocente, porque de algún modo son todas, riquezas que han resultado de un proceso histórico de estafa colosal.

Los ricos, dicen a los pobres “si se portan bien serán como nosotros”. Es muy frecuente escuchar a los tecnócratas del mundo, a las diferentes organizaciones que en el mundo están dedicadas a estas cosas de la ayuda y el desarrollo, prometer el paraíso a cambio de la buena conducta y muchos presidentes, civiles y también dictadores militares, en el sur del mundo, prometen que esto de estar en el tercer mundo, es una penitencia de paso… “ya pronto estaremos en el primer mundo, ya somos parte del primer mundo”. Esos Presidentes  o dictadores del sur, que prometen el norte, cometen un doble delito grave: en primer lugar, delito de estafa, porque esa promesa no tiene la menor posibilidad de hacerse real, la pobreza de la mayoría de los habitantes del planeta, el 70%, el 80% de los habitantes del planeta, es el precio del equilibrio internacional.

Para que pocos puedan morir de indigestión es imprescindible que muchos mueran de hambre. 

El derecho a soñar es el más importante de todos, porque es el que permite clavar los ojos más allá de la infamia, para imaginar el futuro en lugar de aceptarlo y me parece que en este mundo de fin de siglo, que es también un mundo del fin del milenio, dominado por los valores del mercado,  en este mundo, es más que nunca necesario reivindicar el derecho de soñar un mundo diferente. 

El sur del mundo, no quiere caridad. La caridad es humillante. El sur del mundo exige solidaridad. Y la solidaridad no es humillante, porque no es vertical, se ejerce horizontalmente. Para que el sur del mundo ocupe el lugar decoroso al que tiene derecho, simplemente, exige justicia. Exige que acabe de una vez esa estructura internacional de la justicia que nos obliga a la pobreza y nos obliga a la humillación. Y para eso es necesario empezar por aprender a quererse.

¡Cómo tratan, como maltratan, al sur del mundo, los grandes fabricantes de opinión pública, al sur del mundo! Pongamos por caso, Ruanda. La guerra de Ruanda, es como que en el África no hay pueblos… hay tribus. El racismo impregna toda la información internacional: “tribus condenadas a pelearse entre sí”. Da la impresión de que hay algunos pueblos que merecen la libertad, y otros que en cambio no saben que hacer con ella. Creo que no es inocente, esa visión de las cosas. Que corresponde a una manera de entender el mundo, según la cúal, la pobreza es el resultado de la ineficacia, el castigo que la ineficiencia merece. No el resultado de la injusticia.

Qué inmundo, este mundo, que es el mundo resultado de cinco siglos de eso que ahora llaman, economía de mercado. Un mundo que funciona para el 20% de la humanidad, y que condena al 80% restante en estado de necesidad, de pobreza, aveces de miseria extrema. Pero muchas aveces me pregunto, será que ¿de veras funciona para ese 20% de la humanidad, que es el 20% que tiene derecho a la opulencia? ¿Ese 20% que tiene derecho de morir de indigestión, será que de veras funciona para ellos, o será que no funciona para nadie? Porque ese sector privilegiado de la humanidad, que tiene derecho al consumo y al derroche, los “elegidos” de fin de siglo, ¡Qué solos están! ¡Qué hambrientos están! No hambrientos de pan, es verdad, pero ¡qué hambrientos están de abrazos! ¡Qué sólos, que solitos están! Me pregunto si el mundo nació para ser eso, o si en realidad nació para ser lo que quiso ser, cuando todavía no era, eso que el mundo todavía no es, pero quisiera ser: una casa de todos

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